sábado, 2 de octubre de 2010

Clausuras masivas: la guitarra en el ropero


El macrismo respondió a la tragedia de Beara cerrando lugares donde se toca música en vivo, incluido el Café Vinilo, sede oficial del Festival de Jazz. Las bandas se refugian en casas particulares y los músicos protestan en la calle.

El derrumbe en el boliche Beara marcó el inicio de una ola de clausuras in­discriminada a los ba­res y restaurantes donde tocan bandas. Lo notable es que mu­chos estaban expresamente auto­rizados para hacerlo. Por ejemplo, el Café Vinilo, uno de los lugares afectados, fue sede en 2009 del Festival de Jazz organizado por el gobierno porteño y está seleccio­nado para serlo en 2010. El direc­tor del festival, el pianista Adrián Iaies, iba a presentar el próximo sábado allí su disco Cinemateca finlandesa.

"Nos eligieron por las capaci­dades técnicas y físicas del lugar, las mismas por las que ahora nos clausuraron", dice el dueño, Eze­quiel Ordóñez, que cuenta que el restaurante afectado tuvo nueve inspecciones previas a la tragedia de Beara y nunca vieron proble­mas. Hasta ahora: "Estaba tocan­do Diego Schissi Quinteto cuando llegaron los inspectores y nos pi­dieron que levantáramos el show porque si no clausuraban. Como nos negamos, procedieron", ex­plica Ordóñez. Hoy tienen inha­bilitado el escenario pero no el restaurante. Y agregó: "Están ac­tuando de manera ilógica, prime­ro te clausuran y luego se fijan si estás bien habilitado".

Inspecciones encubiertas con agentes que se hacen pasar por público, uso de la fuerza y aprie­tes: los músicos y los dueños de bares sostienen que el macrismo está sensibilizado por el derrumbe de Palermo e inició una suerte de "persecución a la música en vivo". El sábado pasado, un inspector entró a los empujones al club Vuela el Pez, donde uno de sus socios festeja­ba el cumpleaños. "Se identificó como Horacio, ingresó corriendo y filmando con un teléfono", de­nunció Demián, otro de los due­ños. El agente decidió clausurar porque -según consta en el acta- había personas bailando. "Es fal­so, había dos chicas paradas mo­viendo el torso, pero eso no es un baile", dice Demián. Era la terce­ra vez que abría Vuela el Pez, lue­go de nueve largos meses de trá­mites para obtener la habilitación. Los jóvenes del Espacio Cultu­ral Bonpland descubrieron a dos agentes encubiertos del Gobierno que visitaban el lugar mostrándo­se interesados en las actividades. malestar es grande y abundan las anécdotas de maltrato. En un bar de Villa Ortúzar, por ejemplo, los inspectores fingieron que eran público y después apretaron al dueño, que pidió anonimato por temor a las represalias.

Javier Ibáñez, titular de la Agencia Gubernamental de Con­trol, reconoció durante su interpe­lación en la Legislatura, que se de­dica a rastrear a través de las redes sociales de internet, webs y blogs los lugares donde hay shows de música en vivo. "No creía que eso existía, hasta que me cayó un ins­pector con una hoja impresa de la invitación que hice para un show 17íntimo a través de Facebook", ase­guró el dueño de un bar ubicado en Belgrano.

Subversivas corcheas

Este lunes, más de mil perso­nas se movilizaron frente a la Je­fatura de Gobierno porteña y cor­taron la Avenida de Mayo con un reclamo doble: que se frenen las clausuras y que se reglamente la ley de Concertación Musical de la Ciudad, sancionada hace más de un año. Opinan que esto solucio­naría la situación de los espacios que desarrollan actividades cultu­rales y que son perseguidos por el Estado. "El macrismo inició una caza de brujas, una persecución grotesca de la música en vivo", aseguró Diego Boris, socio funda­dor de la Unión de Músicos Inde­pendientes e integrante del gru­po musical La Tolva. Boris pone de ejemplo el Café Vinilo, donde el bar está habilitado pero el escena­rio no: "Es un emblema, con eso te están diciendo que la música es un peligro", sintetizó. La marcha convocó a figuras como Liliana Herrero, Teresa Parodi y Leopoldo Federico, pero también a muchos jóvenes que se manifestaron con instrumentos musicales en plena calle. Ningún funcionario los re­cibió aunque quedó pendiente una cita con el ministro de Cultu­ra, Hernán Lombardi, y la Agencia Gubernamental de Control.

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