Los invito a compartir un texto que me ha llegado de un compañero que, junto a varios de nosotros, se pregunta: hasta donde llegaran las politicas sociales macristas contra los que menos tienen?
...empecemos a odiar.
Eran las 9,30
hs. del viernes 6 de enero y estaban los
tres, en el parque España, infatigables, sentados alrededor de uno de los cestos
de basura que pueblan el parque, con los “desperdicios” dispuestos por el piso.
Como en una fastuosa mesa de donde tomar los manjares, desvencijados, sin
formas, por el destrato sufrido, se veían horribles.
Cada uno de
los pibes muñido con una botella de sidra festiva, las cuales chocaban en un
simulacro de brindis sin fin, al compás de risotadas plenas, de picardía y franquezas,
no había dudas, estaban felices.
El mas joven,
un flacucho, en buzo con capucha y gorra,
reía con una claridad tremenda, con una alegría que daba envidia,
contagiaba el “Wachiturro”.
El otro
impresionaba un tanto mas grande, como de unos 12 o 13 años, menos risueño, un
tanto mas voraz, tomaba de una en una las porciones de las bolsas negras, de
una huesos de pollo, con pellejo, entre tapas de cerveza y puchos, de otra,
mayonesa para sazonar y miga de pan, y las apuraba para la boca en forma automática.
El tercero cara
redonda ojos grande, con bermudas naranja y sudadera de boca, con su gorra
calzada hasta las cejas, animaba el encuentro, canturreaba “matador” y
“empinaba el codo”, reclinado sobre su brazo derecho, entre estrofa y estrofa.
No había dudas
era una fiesta privada de tres pibes; y mi perra y yo los testigos privilegiados, como paparazis con suerte, o testigos de la
caída de un angel.
Únicos
observadores del festejo de Reyes Magos, los que nunca pasaron por la vida de
estos chicos, ni por las de sus padres.
El parque en
calma, los pájaros en silencio, como descansando de la noche ajetreada por los festejos
ajenos, como un momento sin tiempo.
Solo la dureza
de esta realidad de pibes de entre 9 y
12 años que comen de la basura, desborda amargura, te despierta del letargo del
verano, de los festejos, y te atraviesa
la indignación en la garganta.
¿Qué efecto o
mecanismo psicológico nos somete a tamaña alienación como sociedad para bancar
a cotidiano y en cada esquina de la
ciudad la situación de estos pibes, en ocasiones, familias enteras revolviendo la
basura de los volquetes dichosos?
¿Por qué a
estos niños no los sentimos como propio, y no nos duele su tremendo desamparo?
¿Porque no hay
indignación, rabia, bronca u odio? , y en su lugar, solo una mueca tímida de
desagrado, casi como un tic y que se nos dibuja en el rostro, cuando vemos la carita sucia de los mas chiquitos.
¿El silencio,
la indiferencia ante esta situación, nos hace cómplice?
¿Donde están
las políticas sociales de la gestión macrista?.
Ronda en mis
recuerdos, la película, “El huevo de la Serpiente” de I. Bergmam, “la escena del caballo que se manca en la calle y lo diseccionan in situ, se
reparten entre algunos transeúntes, los trozos del animal aun vivo ante
la mirada atónita de otros”.
Y una
reflexión, traída desde los confines de la “edad media”, para nuestro jefe
de gobierno y para nosotros.
... Maquiavelo aconseja que
sobre todas las cosas un Príncipe siempre debe evitar ser odiado, ya que en esa
situación nada impedirá que termine destronado. Para evitar ser odiado el
Príncipe nunca debe interferir con los bienes de sus súbditos ni con sus
esposas, ni con sus hijos, ya que argumenta que un subordinado olvida más
rápido la muerte de su padre que la pérdida de sus riquezas, o la lagrimas de
su mujer o las de sus hijos...
Y nosotros, como mínimo, empecemos
a ODIAR.
Eduardo
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