Zona restringida. Prohibida la entrada", dice el cartel colgado del portón de lo que antes fuera un espacio público: el mítico Velódromo Municipal.
"No pueden pasar sin autorización escrita del gobierno de la Ciudad", le dice al cronista un guardia grandote que tiene bordada en la chaqueta una palabra: Mantelectric. Ésa es una empresa dedicada a obras de ingeniería que trabaja para el Gobierno porteño, presuntamente vinculada con Mauricio Macri. Es, además, uno de los usurpadores del viejo Velódromo, tomado desde hace años por "okupas" de cuello blanco.
El grandote de Mantelectric habla por handy con un Martín.
-Hay periodistas -le dice- quieren sacar fotos.
-Necesitan una orden escrita del gobierno de la Ciudad. ¿De dónde son?
-De Diario Z.
-¡Noooo, de ninguna manera! Si no tienen la orden escrita no los dejes pasar...
Mientras ese diálogo se desarrollaba, entraban camiones de Mantelectric. Otros, de la misma empresa, estaban estacionados allí, a la vista.
El viejo Velódromo de la Ciudad de Buenos Aires es un colgajo ruinoso desde hace casi 20 años. Pocos recuerdan ahora, en medio de los yuyales que cubren sus antiguas pistas, que en los años 50 y 60 miles de personas bajaban del tren en Palermo y lle2011gaban hasta allí a pie, por Juan B. Justo, para ver las carreras cuando el ciclismo era deporte nacional y sus principales figuras salían en la tapa de El Gráfico. El ciclismo en la Argentina no ha decaído y por primera vez consigue medallas olímpicas, pero el Velódromo está muerto y hasta un informe técnico dice que debe ser demolido porque sus fallas estructurales son irreversibles.
Allí se jugaron los Panamericanos de 1951, y mucho más tarde, en 1979, en el Velódromo se disputó el Mundial Juvenil de ciclismo. "Los que amamos este deporte no tenemos muy en claro en qué momento perdimos el Velódromo, que para nosotros tiene un valor sentimental muy fuerte", dice Gabriel Curuchet, presidente de la Federación y apellido histórico de los pedales argentinos.
Y no sólo de bicicletas vivió el Velódromo. En sus últimos tiempos de esplendor, allá por 1970, en él se hizo el primer festival de rock al estilo Woodstock en la Argentina, el Buenos Aires Rock, en el cual, entre otros, tocaron Almendra, Manal y Moris.
En este momento, el predio del Velódromo está usurpado. Pero no por pobrerío en busca de techo, como ocurrió en el Indoamericano. En este caso, los "okupas" son, por ejemplo, el Club Universitario de Buenos Aires (CUBA), que tomó manu militare una porción del predio para que sus socios lo usen como playa de estacionamiento. Y también el gobierno de la Ciudad, que permite a la empresa Mantelectric, dedicada a obras de ingeniería, usar irregularmente otra parte del Velódromo. Otro sector se utiliza como depósito de autos abandonados. También lo usa la comisaría 23ª de la Policía Federal, que guarda ahí coches secuestrados.
Recuperación que no fue
Los Panamericanos de 1951 inauguraron el Velódromo. Transcurría la primera presidencia de Juan D. Perón. Se lo había construido según los parámetros más novedosos de la época, y los entendidos elogiban la precisión milimétrica que se había dado al declive de las pistas, un detalle importantísimo para los ciclistas. Sus dos tribunas impactantes tenían capacidad para 15 mil espectadores. En esos Panamericanos, dicho sea al pasar, los ciclistas argentinos arrasaron: consiguieron 152 medallas, una marca que no se repitió.
En 1997, el gobierno de la Ciudad, encabezado por Fernando de la Rúa, recuperó el Velódromo de una concesión irregular, que lo había dejado en el abandono. En verdad, decir que lo "recuperó" es una exageración. Porque como si no supiera qué hacer con él, lo dejó tan abandonado como lo encontró.
Diez años después, un informe técnico del Centro Argentino de Ingenieros indicó que el Velódromo debe ser demolido: su permanencia, dice esa institución, es un riesgo para la seguridad, sus fallas estructurales son insalvables e intentar reparar un edificio tan deteriorado saldría más caro que construir uno nuevo.
Desde que asumió, el gobierno de Macri elaboró varios proyectos para el lugar. Uno era demoler el Velódromo y construir ahí un polideportivo. Otra idea, más prosaica, fue convertirlo en una enorme playa de estacionamiento en medio del Parque Tres de Febrero. Por el momento, no hay ni asomo de polideportivo ni de playa de estacionamiento. Por el contrario, CUBA, Mantelectric y el gobierno de la Ciudad están ahí de "okupas". Los yuyales siguen creciendo y sólo avanzan las ruinas. Por otra parte, la suerte del Velódromo produjo una interna extraña en el gobierno de la Ciudad. La Secretaría de Deportes porteña quería reconstruir el Velódromo, pero debió desechar la idea porque no le dieron presupuesto. Mientras tanto, en el ministerio de Medio Ambiente duerme un proyecto para erigir un centro de deportes y espectáculos. Por ahora, nada. Solo el recuerdo de los memoriosos y olvido de los funcionarios.
Fuente: Diario Z
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