domingo, 15 de mayo de 2011

Teatro Colón: de la reinauguración glamorosa a la gestión sin rumbo

Tras su reapertura, el coliseo nacional sigue sin poder entrar en pleno funcionamiento. Menos oferta, entradas mucho más caras y problemas serios con las obras 
 
Acasi un año de la fastuosa reinauguración del Teatro Colón, la que fue pensado como una de las joyas de la administración macrista, se encuentra encerrada en su propio laberinto. Obras claves de remodelación pendientes, tercerizaciones cada vez más extendidas, una caída en los títulos estrenados por temporada que según algunas estimaciones alcanza el 33 por ciento, la suba de los precios de las entradas que hasta superan el 700 por ciento, y un conflicto gremial latente que agudizan un clima de extrema tensión, configuran un presente preocupante. Se invirtieron 348 millones de pesos en refacciones, 226 más de los calculados inicialmente, y el presupuesto para 2011 es de 185 millones. Pero la gestión de Pedro Pablo García Caffi eludió convocar a un debate sobre cómo debería ser un Teatro Colón abierto a todos los porteños y al mismo tiempo se muestra impotente para hacer funcionar el propio modelo que impulsa.
Los trabajadores del Teatro Colón denuncian políticas de vaciamiento y achicamiento sistemáticos. Las obras todavía pendientes en los subsuelos –donde se encuentran las salas de ensayo y talleres– imponen graves problemas operativos y estimulan contrataciones más costosas por afuera del teatro. La brutal suba en el valor de las entradas, que en algunos casos treparon un 738 por ciento desde noviembre de 2006 al año pasado, parecen confirman que desde la dirección del teatro se trabaja para un Colón más chico y cada vez más expulsivo. Para los trabajadores la primera señal de estas políticas de achicamiento fueron los anuncios de reducción de personal. La gestión de García Caffi intentó remover del teatro a más de 450 trabajadores. La resistencia de los gremios logró menguar el impacto, pero no detenerlo. Finalmente, los sectores de mayordomía, venta de entradas y toda el área de seguridad fueron tercerizados. No son los únicos.
Máximo Parpagnoli, delegado general de los trabajadores del teatro, sostiene que el modelo de García Caffi es soberbio y elitista. “Vinieron a imponer ajuste, tercerización y exclusión. Quisieron llevarse a todos los trabajadores puestos y como no lo lograron apostaron a una política de persecución a toda la delegación gremial y a todas aquellas personas que de alguna forma se oponen a este proyecto de achique. Somos víctimas de sumarios, suspensiones, no pago de salarios y una demanda por 55 millones de pesos contra ocho trabajadores por ejercer el derecho a huelga. Que un Estado, en este caso el porteño, demande a trabajadores es inédito en la historia de la Argentina y seguramente en el mundo. Desde hace un mes suspendimos las medidas de fuerza y trabajamos con normalidad para no agudizar el conflicto. Pero no recibimos respuestas a nuestros reclamos. Pedimos que revoquen los 25 sumarios, desistan de la demanda y nos hagan una propuesta salarial seria para no seguir cobrando la mitad o menos que en otros teatros públicos del país. No queremos confrontar, pero nos preocupa que seamos víctimas de nuevas provocaciones. Ante ese escenario, volveríamos a las medidas de fuerza para defender nuestros derechos”.
Las enormes dificultades de la administración de García Caffi también impactan la programación. La cantidad de óperas que se estrenan por año constituye el termómetro ideal para medir la actividad de un teatro como el Colón. En el 2006, la última temporada completa antes del cierre para las obras de refacción, se presentaron nueve títulos. Para este año hay programados sólo seis –que se ajustan a los estándares históricos del teatro–, lo que constituye una caída del 33 por ciento. Algunos especialistas también señalan que además de la disminución en la cantidad de óperas se verifica una mala selección de títulos en relación a los recursos económicos y humanos que se disponen.
Diego Fischerman es uno de los críticos de música más prestigiosos del país. Fischerman caracteriza a la gestión macrista en el Teatro Colón como de un “resultadismo sin resultados”. Y agrega: “Antes que nada se busca vender abonos y se apuesta al marketing con alguna figura internacional. Pero la brutal suba en las entradas, que tuvo más impacto en las de menor precio, termina configurando un espacio para un nicho cada vez más pequeño. El Colón es sostenido por todos los porteños y, desde mi punto de vista, debería devolvernos más. Pero no se ha generado hasta el momento ninguna política seria para seducir a otros sectores de la sociedad. Hace muy poco al Bafici fueron 500 mil espectadores. Existe una avidez cultural muy grande: definitivamente hay que tenderle puentes. Incluso se deberían generar programas con descuentos para estudiantes de música y otros sectores, algo que se hace en todo el mundo –incluso en instituciones privadas– y García Caffi no practica. El Bicentenario y la reapertura ofrecieron una oportunidad única para debatir qué puede aportar el Colón en el siglo XXI. Desgraciadamente, se eludió todo debate y se apostó a un proyecto conservador que se autogenera enormes dificultades para funcionar”.
Ausencias recurrentes. En la Comisión de Cultura de la Legislatura porteña la preocupación es mucha. García Caffi fue invitado para que diera explicaciones sobre el funcionamiento del teatro, pero repetidamente eludió las convocatorias. El oficialismo porteño mira para el otro lado y desde distintos espacios de la oposición coinciden en los importantes perjuicios que le generan a los vecinos la gestión del macrismo en el Teatro Colón. El diputado Raúl Puy (Diálogo por Buenos Aires), titular de la comisión, hace hincapié en que “trajeron a Plácido Domingo por un dinero muy importante, pero resulta que tenían un conflicto con los músicos y dicen que no les pueden actualizar sus sueldos para que, por lo menos, no queden tan postergados en relación con otros teatros de nuestro país. Está muy bien que llegue Plácido Domingo, pero en estas condiciones resultó un verdadero papelón y una postal exacta de la calidad de esta gestión”.
La diputada Rocío Sánchez Andía (Coalición Cívica) apunta a la falta de transparencia en las obras de refacción. “Se demoró mucho, hubo marchas y contramarchas, e incluso muchos consideran que el cambio del piso de la sala no era necesario. Paralelamente, los subsuelos siguen abandonados y son el motor del teatro porque dan lugar a las salas de ensayo y los talleres. El año pasado hubo una reinauguración y muchos hablan de un Teatro Colón recuperado, pero eso no es cierto”. La legisladora Silvina Pedreira (PJ) coincide: “Se invirtió mucho para recomponer lo estético. Pero se dejó de lado mucho de lo funcional y ante todo un proyecto para que el Teatro Colón llegue a muchos más porteños. Hoy tenemos un teatro con menos trabajadores, menos actividad y para menos personas”.
Para la diputada Gabriela Alegre (Encuentro popular para la Victoria), el gran problema es que Mauricio Macri y García Caffi entienden al Colón como una unidad de negocios cuya razón de ser es recaudar. “Pero tampoco logran que sea superavitario porque ningún teatro de estas características lo es. Creen que recortando trabajadores y obras, y subiendo los precios de las entradas caminan hacia una mejor gestión. Pero esa es una política de almacenero”, subraya Alegre. La diputada también considera que desde la dirección se busca estimular los conflictos para que el teatro, finalmente, funcione lo menos posible: “La persecución a los trabajadores fue muy dura. Con amenazas de todo tipo, descuentos de sueldo, sumarios y hasta un juicio millonario. Pero también resultó muy significativo que se levantaran las funciones del ballet porque había una queja por parte de los bailarines por el estado del escenario. La responsabilidad de mantener el teatro abierto y funcionando no puede ser trasladada a los trabajadores. Es una responsabilidad que tiene el director. Los conflictos, su no solución y el levantamiento de funciones hablan de la visión que tienen de la cultura y de lo público las autoridades del Colón y el gobierno de Macri”.
Ayer, Mauricio Macri hizo oficial su abandono de la carrera presidencial y confirmó que pretende ser reelecto como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Mientras tanto, los trabajadores siguen en vilo y los vecinos merecen un proyecto que privilegie la producción nacional, la identidad cultural y políticas inclusivas. A casi un año de su reapertura, el Teatro Colón sigue divorciado de la gran mayoría de los porteños.

Fuente: Miradas al sur

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