viernes, 14 de octubre de 2011

Túpac Amaru ganó la batalla

La Legislatura dispuso que una plaza del barrio de Flores lleve el nombre del dirigente que fue símbolo de la rebelión de los pueblos originarios contra el régimen colonial. El PRO defendió la anterior denominación.

La denominación de una plaza, impuesta por la última dictadura en homenaje al símbolo de la dominación colonial, fue reemplazada por el voto democrático, con una audiencia pública de por medio, por el nombre de un líder de los pueblos originarios que se sublevó contra aquel sometimiento. Se trata de la –hasta ahora– Plaza de los Virreyes, designada así por una ordenanza de facto, el 12 de octubre de 1979, que se llamará desde ahora Túpac Amaru. El cambio fue aprobado por la Legislatura porteña, tras un debate en el que los legisladores del PRO defendieron el antiguo nombre de la plaza. Fue el final de un largo proceso que iniciaron vecinos, docentes y comunidades originarias, plasmadas en un proyecto que presentó en 2005 el ya fallecido Norberto La Porta y que ahora retomó el legislador Gonzalo Ruanova. Un nutrido grupo de alumnos de la Escuela Nº 3 General Savio –ubicada a media cuadra de la plaza– celebró la aprobación, junto a docentes y el director, Ernesto Samar, uno de los impulsores históricos de la modificación.
La plaza Túpac Amaru está ubicada en el cruce de la avenida Eva Perón y Lafuente, en el barrio de Flores. Allí está la cabecera de la Línea E de subte, que aún se llama Plaza de los Virreyes. “Hasta 1979 la plaza se llamaba Armenia –dijo Samar a Página/12–, pero en 1979 la dictadura le cambió el nombre como una homenaje al 12 de octubre”, que hasta hace poco conmemoraba el día de la “raza”. “La propuesta de cambiarle el nombre surgió de un vecino y fue acompañada por distintas organizaciones: la plaza es un centro de reunión de la comunidad boliviana y el lugar donde ensayan las bandas de sikurís”, relató el director.
Túpac Amaru –se llamaba en realidad José Gabriel Condorcanqui, pero adoptó el nombre de su antepasado, el último de los soberanos incas– es un símbolo de la resistencia de los pueblos originarios contra los invasores españoles. En noviembre de 1780, se sublevó contra el corregidor de la provincia de Tinta –en el virreinato del Perú–, a quien tomó prisionero y ejecutó. La sublevación se extendió hasta lo que es hoy Salta y Jujuy, y Túpac Amaru estuvo a punto de llegar a Cuzco, pero en abril de 1781 el movimiento fue sofocado por las fuerzas coloniales. El líder de la insurrección fue mutilado y asesinado, después de haber sido obligado a presenciar la ejecución de su mujer y sus hijos.
“En el Bicentenario de la Revolución de Mayo, en la cual sus máximos dirigentes tomaron como precedente histórico la heroica lucha de Túpac Amaru, es propicio el reconocimiento, así como también modificar un homenaje tomado dentro de un contexto político no democrático”, dice el proyecto en sus fundamentos.
El PRO rechazó la propuesta. Su vocero fue el diputado Patricio Di Stefano, quien argumentó, en nombre de la “pluralidad de opiniones”, que “no es correcto generar una rivalidad” entre los virreyes “que fueron parte de nuestra historia” con los pueblos originarios. “Se dice que los virreyes no eran democráticos, pero en ese tiempo no existía la democracia”, fundamentó. Enfatizó que “se puede homenajear a Túpac Amaru en cualquier otro lado, pero no en ese lugar”. Y generó una catarata de respuestas.
El diputado Martín Hourest (GEN) le recordó a Di Stéfano que la democracia había empezado a transitar su camino, con otras formas, “dos mil años antes” de la época colonial. Fabio Basteiro (Proyecto Sur) reivindicó a Túpac Amaru como un “héroe de la resistencia al genocidio”. Su compañero de banca Rafael Gentili replicó que “la pluralidad no quita los roles que cada uno tuvo en la historia” y Diana Ma-ffía (Coalición Cívica) interpretó los argumentos del PRO: “Tal vez tengamos aquí representantes internos de los intereses coloniales”.
Varios diputados recordaron que todos los virreyes –menos Sobremonte– tienen una calle que lleva su apellido y uno de ellos, Liniers, le da el nombre a un barrio. Luego, María José Lubertino (Encuentro Popular para la Victoria) apoyó el proyecto, pero advirtió sobre la “demora del Ejecutivo porteño en reglamentar la ley de pueblos originarios sancionada hace cinco años: no sólo debemos honrar a los líderes de los pueblos originarios, sino los derechos de los descendientes que viven en la ciudad de Buenos Aires”. Para la aprobación de la norma eran necesarios 31 votos. Fue el momento de más tensión de la sesión, hasta que el presidente del cuerpo, Oscar Moscariello, anunció que había 34 votos a favor, 17 en contra y tres abstenciones. “El proyecto fue presentado por primera vez en 2005 y recién pudo ser tratado ahora: el momento histórico nos permite revisar la historia y discutir las denominaciones”, dijo Ruanova (Nuevo Encuentro) a Página/12. Afuera, los veinte chicos que habían ido con guardapolvos y pancartas, acompañados de maestros y padres, celebraban la aprobación. “Si luchamos contra los virreyes, ¿cómo le íbamos a dejar que tengan el nombre de una plaza?”, dijo uno de los chicos, como para que quede claro que se había hecho justicia.

Fuente: Pagina/12, viernes 14 de octubre de 2011

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